“La isla de los esclavos”. Teatro Fernán Gómez. Hasta el 3 de noviembre.
Estamos ante una obra que
comienza con un naufragio en un espacio mágico
Cuando Ifícrates y Eufrosina
naufragan en la isla regentada por Trivelín, éste les comunica que para poder
sobrevivir es necesario que cambien los roles con sus esclavos, Arlequín y
Cleantis, siendo ésta la norma fundamental de su isla.
En 1725, el autor barroco
francés Marivaux (“La doble inconstancia”,
“Lecciones de amor de Arlequín)) reflexiona y hace reflexionar con sus
textos porque él mismo empieza a oler la pólvora de La Revolución Francesa,
que, cincuenta años después, desviaría la línea de la Historia universal. El
poder, el aprendizaje y la educación en el poder. Estos son los temas centrales
de la obra, lo mismo que el perdón como principal arma de educación y
convivencia.
Mediante el humor y de manera amena, el espectador
reflexiona con esta obra sobre una serie de cuestiones. Las acciones y las
pasiones de los personajes son el motor principal para que se desarrolle el
conflicto en este espacio inventado que tiene como norma principal el cambio de
roles; algo que lleva a reflexionar sobre el hecho de cómo el poder puede
llegar a influir en el comportamiento de los sujetos que lo ostentan.
Una comedia clásica estupenda, maravillosamente
dirigida e interpretada (fijémonos, sobre todo, en la sobresaliente actriz Ana
Mayo), con toques de teatro sublime, a la que no le sobre ni le falta nada,
cuya duración es perfecta, como perfecto es el texto sobre el que está basada.
En cuanto a la puesta en escena, sobria y elegante,
como toca. Y del vestuario no podemos decir otra cosa.
Por lo tanto, chapeau!!