“El sueño de la
vida”. Teatro Español. Del 17 de enero, al 24 de febrero.
El
dramaturgo español Alberto Conejero ha desarrollado una obra basada en “La Comedia sin título”,
de Federico García Lorca. Una función que viene dirigida por Lluis Pasqual y
con la participación de actores como Joan Amargós y Quim Àvila.
“La Comedia sin título” es una obra de
teatro inconclusa de Federico García Lorca de la que tan solo se conserva el
primer acto. Esto es debido a que Lorca fue asesinado durante la Guerra Civil
española cuando se encontraba escribiéndola.
Junto
con El Público y
Así que pasen cinco años
forma parte de la llamada trilogía del teatro imposible, la cual cuenta con un
lenguaje fuertemente influenciado por el surrealismo. A pesar de que es una
pieza inacabada y, por tanto, de corta duración, su concepción surrealista ha
motivado que haya sido adaptada y versionada en múltiples ocasiones. Así, en
esta ocasión Conejero trata de completar los dos actos restantes.
Por otro
lado,
“la Comedia sin título” es una obra de teatro que siempre estará por
escribirse. Ésa es su potencia y yo no he pretendido clausurarla. Pero durante
años me asomaba a la última línea del manuscrito como quien se asoma a la marea
porque oye una voz que lo llama desde adentro. El sueño de la vida no pretende
dar fin a la Comedia sin título, tampoco es una reescritura. Es un nuevo texto
escrito en un vacío infinito, un diálogo entre lo que fue y lo que no pudo
ser.
Para la escritura de esta obra fue decisivo el impulso y apoyo de la Consejería de Cultura
de la Comunidad de Madrid, que convirtió en encargo real lo que era un sueño íntimo.No puedo explicar mucho sobre los sentidos de El sueño de la vida. He escrito como quien atraviesa sonámbulo una habitación en llamas. Creo además que hay algo de alucinación en el centro de esta experiencia que se resiste al decir. Mucho de El sueño de la vida forma parte del misterio. No sé muy bien cómo se han entrelazado las imágenes de Lorca con la propia ni por qué venían al recuerdo algunos versos y otros no. También en este proyecto hay mucho de juego, que es algo sagrado, y que algunos seguimos defendiendo ante este gobierno de lo útil, de lo necesario y de lo productivo. Sí, he disfrutado mucho escribiéndola. No quiero cubrir esta experiencia con la pátina pesada de una falsa solemnidad. Hay más pulsiones lisérgicas que conscientes.
El conflicto sobre la verdad en el teatro y en el amor que en El público sucede principalmente dentro del pecho de El director se intenta resolver aquí abriendo de par en par las puertas del teatro. Pero por esas puertas abiertas entran no sólo el optimismo revolucionario y los anhelos de un mundo más justo sino también las fuerzas más conservadoras, cínicas y agresivas. Y nos engañemos: éstas pueden encontrarse en los despachos pero también en los andamios. No hay síntesis apaciguadora en su resolución: porque es insufrible un teatro que dé la espalda a la realidad de su tiempo (“no quiero que se derrame sangre verdadera junto a los muros de la mentira”) pero ¿qué poesía se sobrevive doblegada ante la pólvora y los estrados? Como en El público nos encontramos un callejón sin salida; de ahí emerge la idea del sacrificio en este auto sacramental laico en el que creador aparece “como un agonizante de Dios” que no pertenece “ni al reino de los vivos ni al de los muertos” y, sin embargo, no puede dejar de pertenecer. Estos dos actos que no pretenden dar fin a nada sino entregar al presente la intimidad con una voz.
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