“…y la casa
crecía”. Teatro María Guerrero. Hasta el 10 de abril.
“...y la casa crecía” es una comedia aparentemente loca, en la
cual la casa protagonista crece de forma incontrolada; y crecer sin control
puede ser cancerígeno. Es cancerígeno. Así es como ha crecido el mundo del
dinero: sin control. Desde que es electrónico, hay más dinero que cosas que
comprar. Y ahí andan los ricos, desesperados, buscando en qué gastarlo. Cuánta
abundancia, cuánto poderío. Sí, el mundo es un disfrute para quien lo disfruta.
No sé de qué se quejan los que lo tienen que limpiar.
Y advierto que es una comedia. Quiero decir con esto que habrá quien se ría, aunque la cosa no sea para reírse.
Y advierto que es una comedia. Quiero decir con esto que habrá quien se ría, aunque la cosa no sea para reírse.
Bajo un trasfondo de comedia vodevil, la obra pretende transmitir un
serio mensaje de fondo: los ricos siempre tendrán el poder de pisar a los
pobres y éstos, por mucho que lo intenten, nunca alcanzarán la cima.
La idea es bueno y el texto, en ocasiones, también. Pero la dirección
e interpretación de los actores –en especial, de la pareja protagonista- deja
que desear. Se nota que faltan horas de ensayo porque con una buena actuación
el montaje hubiera ganado mucho. De todos modos, un buen final lo arregla todo,
se dice. No, todo, pero si arregla bastante y el final que nos ocupa es
fantástico, con las tallas de Cristo crucificado junto a los dos ladrones
hablando, dando consejos a los protagonistas.
Por otro lado, también hay que reconocer que los responsables de este
espectáculo se han esmerado notablemente por crear una escenografía magnánima y
muy apropiada: no se nos olvidará nunca la astracanada decorativa de la jirafa
y el elefante.
En definitiva, una interesante metáfora acerca del poder, que hubiese
resultado mucho más creíble de haberse trabajado un poco más.
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