jueves, 12 de marzo de 2015

Teatro-Comedia

“Salvator Rosa o el artista”. Teatro María Guerrero. Hasta el 5 de abril.
Esta divertida y rica en barrocos diálogos obra de Francisco Nieva presenta dos metáforas cuya temática continúa vigente en la actualidad.
La primera de ellas es fruto del espacio y del tiempo, donde el autor sitúa la trama en la ciudad de Nápoles en torno a 1640 y donde muestra que el concepto de “indignados” ha estado siempre muy presente.
La segunda metáfora representa el choque de dos concepciones artísticas: el realismo y la ficción poética. Para ello, utiliza personajes de siglos pasados que reflexionan como actores del presente.
La obra se presenta como los textos del Siglo de Oro, con mucho barroquismo verbal y formal y también en relación a su principal tema: el amor de una joven con un célebre pintor de la época de Rivera. Pero, en el fondo, se trata de una sátira sobre el poder.
“Este texto de Nieva es lengua y lenguaje, ya que une la belleza del idioma a la acción de un teatro de siempre, con el aliciente de presentarnos dos metáforas que no han perdido un ápice de actualidad con el paso del tiempo.
Una es fruto del propio espacio y tiempo donde el autor sitúa la trama: la ciudad de Nápoles en torno a 1640, relatada de manera excelente por el Duque de Rivas en un capítulo de su obra que lleva por título “Sublevación de Nápoles, capitaneada por Masanielo”, en donde apreciamos cómo el concepto de "indignados" está muy presente en el discurrir histórico de los pueblos.
El otro tema, de no menor actualidad, lo representa el choque de dos concepciones artísticas que siempre han estado confrontándose de muy diversas maneras a lo largo de la Historia del Arte. Por un lado los seguidores del llamado realismo y, por otro, los de la ficción poética”, según el escritor Guillermo Heras.
Sin embargo, decir que la construcción dramática del texto es un tanto farragosa y que, en realidad, confunde más que aclara porque no sabemos si habla del amor o del poder o de ambas cosas o del amor como arma de poder. En este sentido, Nieva se deja llevar por su maestría en el lenguaje y en el dibujo de unos personajes ciertamente interesantes, en perjuicio de un argumento claro y conciso.

Con todo, el montaje está bien dirigido e interpretado, adornado con una escenografía fantástica (por buena).

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