“Cabaret”. Teatro Rialto. Toda la temporada.
La clásica obra de Broadway regresa a Madrid para celebrar el décimo
aniversario de su exitoso paso por España, al que asistió más de un millón y
medio de espectadores. Ahora, “Cabaret”, el musical de Broadway llega
al Teatro Rialto de Madrid, adaptado especialmente para acoger la
representación, con un revival realizado la pasada temporada
en el Studio 54 de Nueva York.
Ambientado en Berlín durante los últimos
años de la República de Weimar, la trama de Cabaret cuenta la historia del Kit
Kat Klub, que escenifica la convivencia entre el imparable crecimiento del
nazismo y la fingida normalidad de los protagonistas ante un mundo que se
desmorona: la cantante inglesa Sally Bowls y el novelista estadounidense Cliff
Bradshaw, o el romance otoñal entre Fraülain Schneider y Herr Shchultz.
El musical fue
estrenado en 1966 en los escenarios de Broadway, bajo la dirección de Harold
Prince con libreto de Joe Masteroff. Su banda sonora, con música de John Kander
y letras de Fred Ebb está considerada como una de las más emblemáticas del
género, incluyendo temas como Willkomen, Cabaret o Money Money. Desde
entonces el espectáculo ha sido representado en más de 50 países y traducido a
más de 30 idiomas.
Tenemos que decir que
la producción es buena, no escatima en medios. La orquesta suena bien. La
escenografía, elegante y cálida, nos introduce en el ambiente, desde el primer
momento. La dirección de actores, buena también. Pero falla en la traducción de
las letras de las canciones, bastante forzada y con calzador y cuando los
actores cantan, que no llegan. Cristina Castaño (en el entrañable papel de
Sally) pone lo mejor de sí, pero aún, le queda mucho rodaje para hacernos reír
y llorar. Ella puede porque es histriónica por naturaleza y tiene una buena
voz. Respecto a Daniel Muriel, (Clifford), está demasiado frío y estático, no
canta bien y no pone el alma en su personaje (pareciera que fuera de guaperas y
eso le perjudica). Y finalmente, y como siempre en “Cabaret”, el maestro de
ceremonias, el mejor. En este caso, Eduardo Soto, dando al personaje un aire
elegante e irónico (como corresponde), no tan astracanado y clown como en la
película. Potente, varonil y con fuerza. Un Emcee estupendo. ¡Bravo, Eduardo!
Al final, salimos