“André y Dorine”. Teatro Fernán Gómez. Hasta mediados de febrero.
En un pequeño salón, el frenético tecleo de una máquina de escribir, se
enzarza a diario con las persistentes notas de un violonchelo. Son André y
Dorine, una pareja de ancianos que, como tantas otras, ha caído en la desidia,
olvidando lo que un día los unió.
De las paredes cuelga el pasado, como único testimonio de lo que
compartieron. Pero un acontecimiento irrumpirá en sus vidas, obligándoles a
recordar lo que fueron. Una mirada al pasado que les ayudará a construir un
nuevo presente, aunque tal vez demasiado tarde.
André y Dorine, es una montaña rusa de risas y llantos, que sin una sola palabra y con el
poder de la máscara, camina entre el drama y la comedia, entre la vida y la
muerte, el amor y el olvido.
Un espectáculo sin fronteras, que en 3 años ha recorrido una veintena de
países en todo el mundo.
Desde que la obra iniciara, en octubre de 2010, su andadura internacional
en el Festival Internacional de Teatro de Manizales de Colombia, Kulunka Teatro
ha recorrido más de 20 países en tres años. Entre los cuales se hallan
Inglaterra, Estados Unidos, Turquía, Nepal, Republica Dominicana, Ecuador,
Argentina, Cuba, China, Panamá, Rusia, Noruega, Finlandia, Chile, Francia,
Malasia…regresando en ocasiones a varios de ellos como Colombia, China,
Turquía, Inglaterra…y cosechando importantes premios como el Premio del Público
y Premio a la Mejor Dramaturgia en el Festival Be de Birmingham, y Premio al
Mejor Espectáculo Extranjero Villanueva en el Festival Internacional de Teatro
de La Habana 2011.
La compañía Kulunka Teatro se crea en 2010, en el País Vasco, por Garbiñe
Insausti y José Dault, jóvenes pero experimentados artistas de extensa
trayectoria teatral. Dicho conjunto nace de la inquietud de sus integrantes por
experimentar con diferentes lenguajes escénicos. Todo ello, sin olvidar la idea
de hacer un teatro accesible para el público. Un teatro vital, actual,
comprometido y conectado con la realidad. En nuestro intento por crear un
espectáculo sin fronteras, nuestra voluntad fue la de descubrir un lenguaje que
trascendiera más allá de la palabra. Un lenguaje capaz de emocionar y divertir.
Para ello, nos apoyamos fundamentalmente en un teatro de gesto, en el que la máscara
actúa como puente hacia una poética visual. Ellas abren las puertas del
imaginario hacia un mundo en el que todo es posible.