“El pintor de
las batallas”. Teatros del Canal. Hasta el 16 de abril.
Con dirección
del muy solvente Jordi Rebellón y Alberto Jiménez, Alberto Jiménez y Jordi
Rebellón- dos estupendos actores del cualquier medio que toquen- interpretan
esta obra basada en la novela de Pérez-Reverte
“Es
la primera vez que aplaudo la adaptación de un texto mío sin fisuras”, ha
afirmado el escritor Arturo Pérez-Reverte.
El pintor de batallas es una obra de
teatro basada en la novela original de Arturo Pérez-Reverte, con dramaturgia y
dirección de Antonio Álamo, protagonizada por Alberto Jiménez y Jordi Rebellón.
Arturo Pérez-Reverte, que fue reportero
de guerra durante 21 años cubriendo, entre otras, la guerra de Bosnia y, en
concreto, el asedio de Vukovar por los serbios, publica El pintor de batallas en el año 2006, una de sus
novelas más duras e intensas que, al igual que Territorio
comanche, se nutre de la vivencia en primera persona de los
conflictos bélicos que cubrió en su labor como periodista. El propio autor ha
dicho sobre esta adaptación que es “la primera vez que aplaudo la adaptación de
un texto mío sin fisuras”.
La concentración espacial y de caracteres de esta narración la convierten
en carne de cañón del teatro. No es solo una obra sobre las guerras, sino que
un abanico de temas interconectados -la pintura y la fotografía, la experiencia
y su recuerdo, el silenciado dolor de las víctimas y sus impasibles testigos,
víctimas y verdugos, el amor y su pérdida, o las complejas y matemáticas
combinaciones del tiempo y el azar— se despliegan en ese duelo a vida y muerte
entre el fotógrafo Faulques y su retratado Ivo Markovic. Y, sobre todo, pone
ante nuestros ojos una serie de dilemas morales casi irresolubles.
Un hombre viene a matar a otro hombre.
Las razones no están del todo claras. Sospechamos que para ninguno de los dos.
Ante nuestros ojos despliegan razones, sentimientos y, sobre todo, batallas:
historias de sangre, sudor, mierda e infinita crueldad. Historias de hombres, a
fin de cuentas. El pintor de batallas, de Arturo
Pérez Reverte, tiene algo de narración detectivesca. Pero aquí no se trata
tanto de descubrir quién es el asesino –pues el asesino somos todos, o sus
silenciosos cómplices— como de indagar en sus razones, en sus almas.
Criticando el montaje –en puro sentido
objetivo del verbo-, tenemos que decir que le ponemos un sobresaliente porque
tanto el texto, como la dirección de actores, como la interpretación de éstos
ponen toda la carne en el asador. El texto, porque mete el dedo en la llaga
acerca de los conflictos armados y, en particular, el papel de los medios de
comunicación (en concreto, la fotografía) en ellos –tan discutido por si es
puro mercantilismo o también comunicación y arte. El autor reflexiona sobre si
hacer fotografías en guerra tiene su lado moral o simplemente es un trabajo.
También le ponemos sobresaliente porque
la dirección actoral está muy ajustada y trabajada.
Y, en tercer y último lugar –last but not least, Lo último, pero no menos
importante, como dicen los anglosajones-, por la gran interpretación de
ambos actores, que sudan a gota gorda para hacernos creer que son los
personajes que encarnan, no dos actores que juegan su papel en escena.
En definitiva, teatro naturalista y
realista del (muy) bueno.
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