Un
Nabucco muy moderno vuelve
Nabucco es
la ópera que le abrió las puertas a la fama y al éxito
profesional al gran autor italiano Giuseppe
Verdi. Con tan solo 28 años, escribió una
composición llena de fuerza, solemnidad y dulzura que se estrenó en el Teatro alla Scala de Milán y le
valió la admiración del público para siempre. Ahora, vuelve al madrileño
coliseo de la ópera, el Teatro Real, con más fuerza que nunca.
La
primera representación de la ópera verdiana
Nabucco se llevó a cabo el 9 de
marzo de
1842, cuando el país se
encontraba en pleno 'Risorgimento', el proceso que
culminaría con la unificación de Italia. Verdi apoyaba
totalmente la recuperación de los territorios que Austria se
había anexionado y con 'Nabucco' inició sus
composiciones de fervor patriótico.
Esta
se estrenó en el mítico Teatro alla Scala de Milán, uno de los más prestigiosos
templos de ópera del mundo, el 9 de marzo de 1842.
Giuseppe
Verdi vivió la peor época antes de componer 'Nabucco':
había perdido por enfermedad a su querida esposa y a sus dos hijos.
Huyó de la gran ciudad en busca de refugio, devastado. Decidió no
volver a escribir.
Con
el paso de los días se dio cuenta de que en Milán pasaría
más inadvertido y regresó. Un día, en medio de una fuerte nevada, se encontró
con el gerente de La Scala, Bartolomeo Merelli. Había
encargado Nabucco a
otro compositor y lo que le mostraba no le convencía. Merelli le
rogó que tomara el libreto y lo intentara.
Pero Verdi continuaba
tan herido que nada le interesaba. Él mismo narra en su autobiografía: 'Sentía
una tristeza intensa, un dolor que casi me hacía estallar el corazón'. Ya en
casa, tiró el manuscrito al suelo. El texto quedó abierto dejando leer Va
pensiero sull’ali dorate….
'¡Ve
pensamiento, sobre alas doradas,
Ve y pósate en los caminos y en las colinas
donde exhala su suave fragancia
el aire dulce de la tierra natal!
¡Saluda las orillas del Jordán
y las destruidas torres de Sion!
¡Oh, patria mía, tan bella y perdida!
¡Oh recuerdo tan querido y fatal!'
El compositor se dio cuenta de que el letrista, Temistocle
Solera, se había inspirado en textos que partían
de la Biblia, el único libro que Verdi leía siempre
a gusto. Esa noche no consiguió dormir y siguió leyendo.
'Arpa
de oro de fatídicos poetas,
¿por qué, muda, cuelgas del sauce?
Enciende
en nuestro pecho las memorias,
¡Háblanos del tiempo que fue!
¡Oh! Al igual que el destino de Sólima
Canta el sonido de un crudo lamento
o que te inspire el Señor una melodía,
que infunda
valor a nuestro sufrimiento,
¡Al sufrimiento, virtud!'
La
expulsión judía de Jerusalén
La
ópera narra la conquista y expulsión de los judíos de
Jerusalén en
el siglo VI antes de Cristo. Los babilonios, con su rey Nabucodonosor, Nabucco en
la ópera, les han echado de la ciudad santa. Abatidos, se sientan junto a los
ríos de Babilonia y lloran por Sión,
su patria perdida. Solo les queda la esperanza de poder regresar algún día.
Al
día siguiente, Verdi se conocía el
libreto de Temistocle de memoria. La
música brotó de su cabeza y sobre todo, de su corazón.
Las tropas austríacas habían mutilado su patria. En los versos, los hebreos
cantan a su patria perdida. Es el magnífico Coro
de los hebreos que escuchamos en el tercer
acto. Una melodía que
todos podemos tararear y quienes no la conocen, no
olvidan fácilmente tras escucharla por primera vez.
Por otro lado, y como administrador del teatro, Merelli quería gastar
lo menos posible. Sin embargo, Verdi llevaba
dentro el valor y el amor de
los versos del coro y quería contratar a más cantantes para aumentar
la intensidad del dolor,
la fuerza de los lamentos del
pueblo. Así que tuvo que pagar él mismo de su bolsillo los
nuevos contratos.
Pero
lo que Verdi no pudo evitar
fue el viejo vestuario y los decorados, antiguos y aprovechados de otras
obras. ¿Cuál sería la respuesta del público? No hizo falta esperar mucho:
la partitura resultó tan insólita,
tan nueva, moderna y ágil que
entusiasmaba a todos. Durante los ensayos se formaban corros junto al
escenario: tramoyistas, sastres, pintores, electricistas.... Todos detenían su
trabajo para escuchar. Los propios músicos tocaban admirados. Era una obra para
la eternidad: Nabucco.
El
argumento
El
estreno y
las siguientes representaciones son un gran éxito. 'Va,
pensiero', 'Vuela pensamiento', se
convierte en el himno italiano ante el
ocupante austríaco. El grito por la
libertad del pueblo hebreo también es el canto de los revolucionarios frente
a la aristocracia. ¡Gloria eterna a
Verdi!
La
puesta en escena nos lleva a Babilonia en
todos los cuadros, excepto en la segunda parte, que representa Jerusalén.
Además, aparece un ballet y en contra de lo habitual por su timbre y
presencia, el protagonista no es un tenor,
sino un barítono. El personaje
de Nabucco lo escuchamos en
esta representación del Teatro Real en
la voz de George Gagnidze, georgiano
especializado en repertorio dramático italiano.
Además
de George Gagnidze como Nabucco, cantan Michael
Fabiano como Ismaele; Roberto
Tagliavini como Zaccaria; Saioa
Hernández como Abigaille; Elena
Maximova como Fenena; Simon
Lim como gran sacerdote; Fabián Lara como Abdallo
y Maribel Ortega como Anna.
La podemos ver en el madrileño Teatro Real,
hasta el próximo día 22