“Dirty Dancing”.
Teatro de la Luz Philips. Hasta el 4 de noviembre.
El gran clásico del cine musical de la década de los años ochenta viene
adaptado al mundo teatral mediante una espectacular función que está batiendo
récords allá por donde pasa y que ha causado sensación en público y crítica
especializada.
Con una
coreografía brillante y fiel a la película original y un elaborado vestuario,
la obra relata la historia de la joven e inocente Frances “Baby” Houseman,
quien en el verano de 1963 se encuentra de vacaciones con sus padres y su
hermana mayor en el Hotel Kellerman’s en Catskill de Nueva York.
Aburrida
de su estancia en el lugar, “Baby” conoce por accidente al instructor de baile
del hotel, Johnny Castle. La muchacha se enamora de Johnny a pesar de las
diferencias sociales que les separan e inician una aventura a través de la
danza, descubriendo juntos el amor y la confianza.
Entrenada en 1987, esta
película dirigida por Emile Ardolino e interpretada por Patrick Swayze y
Jennifer Grey se convirtió en todo un éxito comercial y en un clásico de la
década de los 80. Además, su banda sonora fue galardonada con un Globo de Oro y
un Oscar a la mejor canción original por el tema (I've Had) The Time of My Life.
No es que estemos ante una gran producción, pero sí ante una producción
muy digna, donde los productores han elegido a un buen elenco de
actores-cantantes-bailarines (Christian Sánchez, rotundo, y Eva Conde, muy
similar a la protagonista de la película) y unos números de baile que, dadas
las limitadas dimensiones del escenario, quedan muy bien porque aprovechan el
espacio al máximo.
No cabe duda de que el increíble físico de Christian Sánchez es uno de
los reclamos del espectáculo, pero también lo es la temática (la lucha por los
derechos humanos) y los temas musicales –todos grandes éxitos de aquella época
y que, aún, hoy, perviven.
Por todo ello, ver “Dirty Dancing” es volver a nuestra adolescencia
–para los que ya tenemos una cierta edad- y para los más jóvenes, conocer la
estética de la época –los años sesenta, que es el contexto en que se
desarrolla- y los ochenta –por las canciones.
¡A bailar y a amar todos..!