“Los iluminados”. Teatro Español.
Hasta el 12 de mayo.
Pese a haberse escrito en
2008, el argumento de esta obra es precursor de la situación social que tendría
lugar poco después; en ella se narra el comienzo de la larga caída que se está
sufriendo en la actualidad a través de las peripecias de cuatro activistas
políticos.
Velarde, Amor, Amanecer y David viven y regentan el
restaurante vegano Los iluminados. Esta familia tiene una idea particular de
utopía que le hará vivir atada a un edificio que se derrumba con cuatro lastres
residiendo en su interior: ellos mismos.
Este texto del dramaturgo británico Derek Ahonen
muestra la desintegración de un sistema y una forma de vida personalizando la
situación en unos idealistas que luchan contra el liberalismo salvaje. El
resultado es una sátira social del momento presente, un ataque al idealismo y
un retrato de la realidad delirante y distorsionada en la que estamos inmersos.
El texto es muy bueno porque cuenta perfectamente cómo
algunos grupos de jóvenes idealistas, amparándose en las ideologías buenistas,
se aprovechan de su situación económica burguesa para “no pegar ni palo”. Pero
no todo son críticas a esta forma marginal de vida: también la deja bien,
cuando alaba el amor libre y sin prejuicios, cuando, a través de ellos, realiza
una crítica feroz del sistema. Y en este caso, el sistema es el casero del
local donde viven los cuatro “iluminados”, que aparentemente yendo de colega
estupendo, en el fondo se esconde un ser solitario y corrupto (les presta el local
para desgravar impuestos).
Hay que decir que tanto la interpretación, como la
dirección de este montaje son absolutamente fantásticas. Los actores están que
se salen; desde el primer momento, recrean el ambiente a la perfección, por lo
que nos introducen en él y nos hacen partícipes de sus historias. También lo es
la traducción del texto, fresca, clara, moderna.
En cuanto a la escenografía, es perfectamente acorde
con el texto: no chirría ningún elemento.
Lo único que nos decepcionó fue el final: un final
falso y metido con calzador. Realmente, una pena porque, como decimos, todo el
resto, una maravilla.