“Tres
años”. Teatro Guindalera. Todo octubre.
El proyecto Tres
años parte en primer lugar de la lectura de la novela de A. Chejov Tri
Goda y de una gran veneración hacia los textos del autor ruso, cuentos,
novelas, obras dramáticas, cartas, reflexiones, etc., y además parte del
deseo ya antiguo de indagar en su obra desde un divertido análisis práctico,
con un grupo de actores que trabajen de forma afín a la nuestra en Guindalera.
También surge de una serie de reflexiones personales nacidas de dicha lectura
sobre la tópica “felicidad” y la pretensión de alcanzarla (mientras
despreciamos lo que generosamente nos da la vida), y la siempre enaltecida
pasión amorosa, un sentimiento egoísta, capaz de las acciones más maravillosas
pero también de las más terribles. Y por último Tres Años parte de la
necesidad de conectar con las vidas de la generación de mis padres (¡siempre la
memoria!) y el deseo de contar anécdotas, reales o inventadas, de aquellos años
azarosos anteriores a la Guerra Civil Española, simples elucubraciones que
posiblemente parten de un dato real o inventado. Todo esto unido en una
coctelera dio nacimiento a una primera adaptación libre de la novela corta de
Chejov. Sobre esta primera versión comenzaron los ejercicios con los actores,
lecturas e improvisaciones que se fueron enriqueciendo con aportaciones
extraídas de toda la obra del autor ruso, pero teniendo en cuenta las diferentes
personalidades de los interpretes que incidieron en la caracterización de los
personajes definitivos, no exactos a los de la novela, y sobre todo nuestro
cuidado por mantenernos fieles al espíritu de la obra de Chejov. Ya con la
versión definitiva comenzaron los ensayos para su puesta en escena, teniendo
muy presente las enormes limitaciones de producción que como de costumbre
solemos tener.” (Juan Pastor, director del montaje.)
Cinco personajes de la España de los años treinta viajan
a nuestros días y nos cuentan lo que les sucedió durante tres años en su
búsqueda de la felicidad a través del amor y sus múltiples formas de
manifestarse. Y mientras nos “representan” ese pasado ya vivido, a veces de
forma absurda y grotesca, se preguntan y nos apremian a preguntarnos: ¿es
posible que el amor nos ayude a tocar aunque sea de refilón el cielo de la
felicidad? ¿Qué nos impide que esto suceda? Y lo hace con un punto de vista
tierno y amable.