domingo, 1 de mayo de 2011

Teatro

“El juego de Yalta”. Teatro Guindalera. Hasta el 12 de junio.
Un hombre y una mujer solitarios, al final del verano, en la costa de Yalta, disfrutan de un emocionante flirteo que con el tiempo se convertirá en amor apasionado, y lo hacen dirigiendo al público sus más íntimas percepciones sobre lo que les sucede, mientras le convierten en cómplice de sus juegos. Las atmósferas en la obra son más reales que los incidentes y sus personajes comparten con el público un sentimiento creciente de incertidumbre sobre lo que es real o irreal, sobre lo que experimentaron o simplemente desearon intensamente.
Esta maravillosa obra explora aspectos del amor que penetran en el corazón y tocan el alma por el camino de la imaginación, un amor que se enfrenta a las convenciones, a la rutina, a lo vulgar y mundano.
“El juego de Yalta” está basada en “La señora del perrito”, uno de los últimos cuentos de A. Chejov, escrito cuando su salud era muy mala y sabía que sus días estaban contados. También es un texto de Brian Friel en sus ya cumplidos setenta años, por lo que es un trabajo de dos artistas maduros cuya fragilidad humana es innegable. Quizá, por eso, los personajes de esta obra transmiten esa sensación, personajes frágiles y fugaces que buscan dejar en el otro una huella perenne.
Brian Friel, autor irlandés nacido en 1929, es uno de los dramaturgos contemporáneos más importantes de la escena mundial. Preocupado por la innovación del teatro de texto, explora constantemente sobre el fondo y la forma, pero evitando caer en los tópicos de lo “experimental”. Sin abandonar nunca el rol central de contador de historias, los recursos estilísticos de sus obras le han llevado en ocasiones a encontrar nuevas formas de expresión del personaje, que a menudo demanda una vida fuera del escenario. Su método puede cambiar en cada obra, pero el punto de partida siempre está enraizado en una realidad naturalista. Sus obras están sólidamente basadas en la evidencia del texto y en el poder de las imágenes.
Es autor de un sinfín de éxitos en todo el mundo, como “Filadelfia”, “Here I come”, “Lovers, además de las tres obras que esta sala ha estrenado de él: la que nos ocula, “Molly Sweenwey y “Bailando en Lughnasa”.

Teatro

“Delicadas”. Teatro Español. Hasta el 15 de mayo.
“Me obsesiona la historia corta, el sketch, o mejor dicho, los sketches. La estructura que forman las pequeñas historias. La galaxia que crean las formas inconexas. La unidad que se logra a través de lo que en apariencia no tiene unidad. T de Teatre fue una influencia muy importante para mí.”. Así, se expresa David Sanzol, autor de esta original obra acerca de las mujeres de otra época, de su lucha por sobrevivir. “ Hombres”, también puesta hace tiempo en escena por la misma compañía con gran éxito, fue un espectáculo que le abrió al autor-director  la posibilidad de un camino y ahora, cierra el círculo con esta obra.
“Recuerdo que una mañana me levanté muy temprano. Tenía siete años y estaba en Quintanavides, el pueblo de mi abuela. Bajé a la cocina y mi tía Guada se estaba lavando. Con una toallita iba mojando cada parte de su cuerpo. Como yo era un niño ella siguió a lo suyo. Su mano, bajo el camisón blanco, no paraba de moverse. Después del agua, se dio una friega con alcohol de 96º, y luego se untó de arriba abajo con Nivea. Después, me dio de desayunar, y me dijo: Tú te duchas demasiado. Una niebla espesa luchaba contra el sol. Cogió un cubo, lo llenó de agua, y salió al jardín a regar los rosales. Desde la ventana ví como acariciaba una rosa. Me puse celoso”, añade Sanzol.
Esta pieza está dedicada a la abuela del autor y a sus hermanas. Es una manera de devolverles su cariño. Una manera de hablar con ellas, de divertirse con ellas, de intentar comprender aquello que sabemos que nunca entenderemos. Pero estos personajes no son ni su abuela ni sus hermanas. Y los hombres que están con ellas no son sus hermanos, ni sus maridos. En este sentido, “Delicadas” es una ensoñación que necesitaba fabricar para poder hablar con ellas, para inventar lo que nunca le pudieron contar.
Al fin y al cabo, todos necesitamos comunicar aquello que llevamos dentro y que, en ocasiones, por cualquier motivo, no pudimos o supimos poner en común.
Un texto emotivo y entrañable; unas interpretaciones sobresalientes; una dirección certera y una puesta en escena más que notable.

Teatro

Oleanna”. Teatro Español. Hasta el 12 de junio.
El Teatro Español presenta una nueva producción para la Sala Pequeña: “Oleanna”, de David Mamet (“El cartero siempre llama dos veces”, “American Buffalo”, “Vania en la calle 42”), dirigida por Manuel de Benito y protagonizada por Jose Coronado e Irene Escolar. La obra fue escrita en 1990 y fue estrenada, con dirección del propio Mamet, en 1992, entre una gran controversia. “Es una obra para dos personajes cuyo tema, a primera vista, parece centrarse en la lucha de poder entre un profesor universitario, a punto de alcanzar la cumbre de su carrera, y una de sus alumnas. La obra, sin embargo, aborda de manera sutil, como en tantas otras obras de Mamet, otras cuestiones quizá no tan evidentes pero que tienen especial relevancia para su autor. Entre ellas, por ejemplo, el acceso universal a la educación universitaria, el lenguaje políticamente correcto, las políticas de género existentes en las instituciones públicas, etc”. Con estas palabras, Juan Vicente Martínez, adaptador del texto, nos propone este viaje por una obra rabiosamente actual, de la que nos advierte: “Como espectadores de Oleanna, nunca podremos estar seguros de las verdaderas intenciones de los personajes, de la veracidad de sus gestos o afirmaciones, ya que Mamet, en su condición de gran autor dramático, dejará en nuestras manos y en última instancia, la decisión final”.
Manuel de Benito ha bebido directamente de las fuentes de Mamet, y son las inquietantes declaraciones del autor las que sustentan la puesta en escena de este montaje. “En la obra hay dos personajes. Hay un hombre y una mujer, y los dos defienden puntos de vista muy sólidos, en los que creo por igual… Muchos creían que el hombre tenía razón y la mujer estaba equivocada y que yo lo había presentado así tendenciosamente, y muchos creían justo lo contrario”, afirmó el dramaturgo. “Mi función consiste en mostrar las interacciones humanas de tal manera que la síntesis que asimile el público promueva una actitud más humana, una mayor comprensión de las motivaciones humanas”. Y añade: “Dicen que mi obra es ‘poco clara’, pero creo que en realidad quieren decir ‘provocadora’. Eso, en lugar de dejar al público encantado de la vida por la moraljea donde todo cuadra de la obra, los perturba”.
Jose Coronado e Irene Escolar se mueven en este cara a cara interpretativo en la Sala Pequeña del Teatro Español, un espacio íntimo por la escasa distancia entre actores y público, situado, en este caso, en sendas gradas a cada lado del escenario, que reproduce un despacho de un profesor universitario de una universidad cualquiera.
En definitiva, una original historia sobre la amistad…y algo más…

sábado, 23 de abril de 2011

Crítica de Teatro

“Veraneantes”. Teatro de la Abadía”. Hasta el 29 de mayo.
Basada en textos del escritor ruso Gorki, el dramaturgo y director Miguel del Arco ha construido esta obra enmarcada en una residencia veraniega, donde una serie de personajes intentan ser felices pero no lo consiguen. Parece que la sociedad ha impuesto esta época del año como un momento en que debemos disfrutar de la vida, por la cantidad de luz y calor que supone. Sin embargo, en el estío pueden ocurrir –y de hecho, en este argumento ocurren- multitud de acontecimientos, no todos agradables porque el autor se plantea temas fundamentales de la vida del hombre: ¿Qué significa el progreso? ¿Qué es el arte? ¿Es mejor el arte o la ayuda humanitaria para mejorar a las personas? ¿Por qué las relaciones humanas son tan difíciles o por qué las hacemos nosotros mismos tan complicadas?
Cuando la obra original se estrenó en 1904, Rusia se agitaba con la idea de poder aceptar la utopía como base de todo progreso, de emprender una revolución que partiera de la dignidad del ser humano. El resultado de dicha revolución está escrito en los libros de historia y es evidente: el desastre. ¿Pero por eso y basándonos en tal experiencia, debemos tirar la toalla? Parece, según Miguel del Arco, que la sociedad actual se ha vuelto acomodaticia y que todo le tiene sin cuidado. O que, al menos, en su fuoro interno, cree que no puede hacer nada por mejorar las cosas.
Quizás, tal y como está planteada, la obra que nos muestra el Teatro de la Abadía, plantee demasiados temas para dos horas y media de función. Con tanta profusión de ideas a los personajes no les da demasiado tiempo de desarrollarse con profundidad y se nos antojan títeres al albur de las circunstancias en las que cada uno de ellos se encuentra inmerso. De todos modos, todos los actores ( y subrayamos “todos”) realizan un trabajo encomiable, están convincentes. Es posible que a quien más se le note actuar sea al veterano Chema Muñoz, pero esto puede que sea una percepción personal porque su personaje es la oveja negra de la familia y eso condiciona…o no debería por qué…
Por otro lado, los números musicales se nos antojan momentos que intentan imprimir ritmo a la acción pero, desde mi punto de vista, no lo consiguen: se quedan en meros parches extemporáneos. No obstante, la puesta en escena es ciertamente original y la aplaudimos.
No cuaja, en definitiva, “Veraneantes” en el espectador. La idea es buena pero, en su conjunto, el resultado, no tanto.

viernes, 22 de abril de 2011

Teatro

“Creo en Elvis”. Sala Cuarta Pared. Hasta el 15 de mayo.
La gente cree en cosas pero, ¿en qué cree? ¿qué mitos necesitamos construir para hacer nuestra vida más interesante? Con estas preguntas el dramaturgo y director argentino Mariano Rochman se lanza al vacío para poner en pie este montaje donde el humor, la ironía y un juego continuo entre el doble sentido del lenguaje y la ciencia ficción sustentan la historia.
 La industria decide clonar a Elvis Presley para obtener un mayor rendimiento de esta poderosa figura, pero el ser humano tiene un límite. Cuatro Elvis clonados tendrán que encontrar al verdadero Elvis, el único que no soporta la farsa, el único que decide escapar de esta mentira comercial y marketinera.
Una idea inteligente, un montaje resuelto, una dirección certera y una interpretación impecable.

jueves, 21 de abril de 2011

Teatro

“Mi alma en otra parte”. Teatro Valle Inclán. Hasta el 8 de mayo.
Esta obra aborda temas escabrosos, como la pedofilia, y otros que afectan profundamente al ser humano, como los secretos y la compasión. Al mismo tiempo, somete al espectador a una tormenta emocional. La imagen de un anciano rodeado de perros enfermos y moribundos, caminando hacia el ocaso, a través de un olivar, inspiró al autor, José Manuel Mora, a escribir este texto. Además, la presión política que, en su día, caía sobre aquel hombre (que no era otro que su propio padre), aportó el germen de esta historia, cuyo tema es mantener la tierra para poder sentirse más digno y, al mismo tiempo, conservarla como si fuese un viejo amor.
El argumento se desarrolla a partir de una historia de amor entre una joven y un señor. A partir de ahí, el autor indaga en las historias y las heridas dentro de una familia, donde hay secretos entre padres e hijos.
Todo ello, con la pretensión de que a los espectadores se les remueva algo en su interior, de que no salgan de la obra igual que entraron… De todos modos, el texto intenta huir de la moralina, al tiempo que pone el dedo en la llaga, destapando un tema en el que la sociedad siempre se muestra muy hipócrita.
El actor protagonista es Fele Martínez (“Flor de otoño”, “Sueños de un seductor”) para quien este trabajo ha supuesto una investigación en los diferentes tonos existentes entre lo blanco y lo negro: nada es bueno ni malo en su totalidad. Como la vida misma…

Teatro

“La omisión de la familia Coleman”. Matadero/Naves del Español. Hasta el 24 de abril.
Claudio Tolchair (actor, director y dramaturgo argentino) es el nuevo genio del teatro actual. Así, lo corrobora la crítica y el público, quienes, en los últimos años, lo han ensalzado hasta el podio más alto. Ahora, los madrileños tenemos la suerte de disfrutar de su último montaje, “La omisión de la familia Coleman”, con el que ha visitado la friolera de ¡treinta países!, a través de su compañía independiente, Timbre 4.
La pieza –que, hace años, ya tuvimos ocasión de ver en la capital, en un montaje absolutamente maravilloso- cuenta la historia de una familia que vive al límite de una disolución evidente pero, al mismo tiempo, secreta; este punto es lo que la hace tan intrigante porque sus miembros conviven en una casa que los encierra y en la que crean espacios personales, dentro de los espacios compartidos, cada vez, más difíciles de conciliar. En este sentido, se nos antoja de un cierto modo a la gran película de Buñuel “El ángel exterminador”, donde los protagonistas se ven abocados a un encierro en una iglesia, que en el fondo, es un encierro psicológico.
En este caso, el texto no es metafórico, como en la película, sino realista, escrito por el mismo Tolchair, con detalles que relatan las características de la familia, la acumulación de objetos y la superposición de estilos, que sirven para retratar esa convivencia imposible de la que se sienten tan presos.
En definitiva, un drama extensible a la vida de todos nosotros, que, de una forma u otra, teniendo en cuenta alguna etapa de nuestras vidas, nos podremos ver reflejados en los personajes y sus dolorosas situaciones.