“Natta”. Teatro Fernán Gómez. Hasta el 10 de enero
“Natta” es un espectáculo, cuando menos, original. Dos
actores (hombre y mujer) interpretan a sendos personajes que son dos pobres
personas, que viven en el mundo de la fealdad más absoluta (en toda su
extensión). Ellos son feos; son feas sus vestimentas; son feos (por cutres) los
instrumentos que tocan; es fea su vida…Pero, a pesar de todo, se quieren. Esta
es la moraleja que el autor del texto nos quiere transmitir, que a pesar de
todo y de todos, el amor, cuando es sincero, siempre triunfa.
Ambos son dos pobres monstruos (nos recuerda un poco
a la película “Ocho y medio”, de Fellini) a los que supondríamos marginados y
proscritos en una sociedad como la nuestra, si en verdad existieran.
Natta significa “nacida” y aquí, la protagonista
renace, después de haber sido asesinada.
Cualquier definición le iría bien a este montaje
porque con infinita torpeza no deja de sorprendernos la capacidad humana de
estropear las cosas, de convertirlas en feas y costosas, difícilmente
controlables, como en un baile continuo en el que el desasosiego y la angustia
(de la que se abusa, hasta el hartazgo, como recurso interpretativo fácil)
impregnan cada segunda la imagen del personaje masculino. Así, el público
recibe sensaciones de sorpresa, asco, compasión, terror e, incluso, y como
contraposición, ternura. Todo ello, adornado de una intención cómica –que la
logra, en ocasiones por puro feísmo y vulgaridad, pero esa no es la cuestión.
Hacer reír desde la exageración, la astracanada y lo soez es fácil. Lo
complicado es hacerlo desde la sutileza y la inteligencia.
Por eso, creemos que este espectáculo no funciona en
su conjunto (funcionan algunas pequeñas partes, sobre todo, el final). Y nos da
pena porque, por otro lado, los actores son muy buenos y mezclar las técnicas
circenses para hablarnos del amor desde la indigencia es una buena idea…
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