“Rigoletto”. Teatro
Real. Hasta el 29 de diciembre.
El poder contra
los indefensos es un tema recurrente en la literatura universal. Victor Hugo lo
aborda en “Le Roi s'amuse” con
una dureza tal que su representación se prohibió durante medio siglo. Verdi,
tras dos años inmerso en la vida cultural parisina, se arriesgará, con el
estreno en La Fenice en 1851, con esta trágica historia llena de claroscuros
–el personaje de Rigoletto, como el mismo afirma, le parece digno de
Shakespeare–. Y convertirá al bufón jorobado en un ser escindido entre su odio
hacia un poder corrupto, y su enfermizo amor por una hija que caerá víctima de
todas las conspiraciones que él mismo ha fomentado. Con esta obra, el
compositor arranca una nueva etapa hacia su propia concepción del drama
musical, con formas operísticas más libres. La elegante puesta en escena de
David McVicar reproduce la atmósfera opresiva de la corte y ahonda en la
ambivalencia del personaje –monstruoso por fuera y frágil por dentro–,
mostrando la degradación en la que puede sumirse un ser humano movido por el
miedo.
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