“Priscilla. El Musical”. Nuevo
Teatro Alcalá. Desde el 21 de agosto
Con Àngel Llàcer como director
artístico y basado en la película “The
adventures of Priscilla, queen of the desert”, escrito y dirigida por
Stephan Elliott, el filme ganó un Oscar en 1994 al Mejor Vestuario. Para
escribir el libreto del musical Elliot contó con la colaboración de Allan
Scott. La banda sonora del musical está formado por éxitos pop de los años
80-90.
El musical se estrenó a nivel mundial el 7 de octubre de 2006
en el Lyric Theatre, de Sydney, y se convirtió en un éxito
inmediato, obteniendo una gr,an respuesta por parte de crítica y público. Lo
mismo sucedió en Melbourne y Nueva Zelanda, convirtiéndose en el musical
australiano más exitoso de la historia. El espectáculo volvió a Sydney el 7 de
octubre de 2008, por su segundo aniversario, permaneciendo en cartel hasta el
21 de diciembre de 2008. En marzo de 2009, ‘Priscilla’ al Palace Theatre,
del West End, de Londres donde permaneció, hasta diciembre del 2011. En 2010,
se estrenaron nuevas producciones del musical en Toronto (Canadá) con un equipo
nuevo.
El musical llegó a Broadway el 20 de
marzo del 2011, permaneciendo en el Palace Theatre, hasta el 24 de
junio del 2012. Posteriormente “Priscilla”
se ha representado en numerosas ciudades de diferentes países.
Con veinte escenas diferentes, 40
artistas, 500 trajes, 200 pelucas espectaculares, unas coreografías
irresistibles y un autobús a tamaño real de 10 toneladas de peso totalmente
robotizado, este musical ofrece un espectáculo total para una experiencia feliz
e inolvidable.
Ganador de premios Oscar, Tony y
Oliver, ya ha sido visto por más de 3 millones de espectadores en
Broadway, Londres, Sidney, Suecia, Italia y Argentina, antes de llegar a España
con la puesta en escena original con la que se estrenó en Londres.
Aclamado por la crítica, el London Sunday Express tituló su estreno como “El Mejor Musical Desde ‘Mamma Mía!’”.
“Priscilla, la Reina
del Desierto” no llega a la Gran Vía, sino al remodelado Nuevo Teatro Alcalá, en el
madrileño Barrio de Salamanca, uno de los mejores coliseos de la capital:
cómodo, bien comunicado y con una caja escénica poderosa. Y sí, este “Priscilla” español es un calco de la producción
que llegó a Broadway cinco años después de que la adaptación a la escena de la
icónica película australiana (de mismo título), dirigida por Stephan Elliot, se
estrenara en Sydney el 7 de octubre de 2006. Y pese a que el aterrizaje de las drag queens llega 20 años después que la película
y 8 años más tarde que su primera representación en teatro, el espectáculo
continúa siendo efectivo, la historia sigue resultando actual y el
repertorio de canciones está perfectamente elegido para hacer que uno olvide
durante un buen rato todo lo que ocurre -tan irritante- fuera de la sala.
“Es una explosión de
música muy pegadiza donde más de uno va a tener que agarrarse a la butaca para
no salir bailando”, ha asegurado el actor Mariano Peña, reclamo claro en el
cartel del espectáculo gracias a su paso por la serie Aída, en la que bordaba a aquel Mauricio Colmenero
facha, misógino, racista y, sobre todo, homófobo. En Madrid el repertorio no es
el original del musical australiano, tampoco el del West End londinense. Aquí
se ha elegido heredar el neoyorquino en el que las canciones de Kylie Minogue
fueron sustituidas por otras de Madonna. Así que junto a Material Girl, Holiday, Like a
Virgin o Like a Prayer,
suenan temas de Pet Shop Boys, Pat Benatar, Gloria Gaynor, Cindy Lauper o Village People… Y así hasta 25
temas capaces de llenar un disco doble con algunas de las canciones más gays
que ha dado el pop de las últimas tres décadas.
La orquesta, bajo la
dirección musical de Manu Guix y Julio Awad, suena con contundencia y brío, y
el elenco colabora como un solo hombre/mujer para lograr que los números cojan
vuelo. Muy dignas de mención son las tres divas que con ecos soul acompañan muchas veces a los actores principales
prestándoles una ayuda necesaria e impagable. Si ellas no estuvieran, más de un
par de números no aguantarían las exigencias del público. Pero están y todo
fluye. Es cierto que en la representación a la que asistimos hubo fallos y
nervios –en varias ocasiones el texto hablado se entendía mal o directamente no
se entendía-, pero se comprende que con un par de semanas de viaje, todo irá más rodado. Y aquí viene una de las
mejores decisiones de esta versión de “Priscilla”: los
temas sólo se cantan traducidos cuando la letra añade algo sustancial a la historia,
el resto se canta en su idioma original. Parece anecdótico, pero esta
circunstancia contribuye a evitar distracciones, sobre todo en unos temas que
prácticamente todo el público se sabe de memoria.
La escenografía, también heredada,
contribuye como un personaje más a que todo se convierta en una gigantesca
fiesta. Los cambios escenográficos son rápidos y suficientes como para acaparar
la atención hasta del espectador más despistado. Casi podemos asegurar que todo
el que vaya a ver este musical querrá llevarse a casa una reproducción en
miniatura del autobús en el que las tres protagonistas recorren Australia. Se
trajeron uno enorme de la producción londinense y tuvieron que hacer obra para
meterlo dentro del teatro (se ve que no es desmontable).
Capítulo aparte merece
el vestuario. Tim Chappel y Lizzy Gardiner se tuvieron que divertir tanto, pero
tanto, confeccionando estos vestidos imposibles para drags y reinonas que ese entusiasmo se contagia
así sin más al patio de butacas.
Finalmente, “Priscilla, reina del desierto” es un musical
comprometido, como lo fue la película, y trata de forma desenfadada y divertida
temas como la visibilidad gay, los padres homosexuales, la llegada de otro tipo
de familias diferentes a las llamadas “convencionales” o “tradicionales”, e
incluso el acoso y las agresiones homófobas. Temas que, pese a las dos
décadas que han pasado desde el estreno del filme, se encuentran todavía en el
debate actual. Y sí. Esta versión española tiene los ingredientes y la pegada
suficientes como para gustarle por igual (o más) a un señor o a una señora de
60 años de cualquier pueblo español que al gay que viva en pleno centro de
Chueca. Transmite energía y permite liberar por unas horas los malos rollos que
cada uno lleve consigo.
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