“La rosa tatuada”. Teatro
María Guerrero. Hasta el 16 de junio.
Tennessee Williams nos cuenta la historia de una mujer que ha perdido a
su marido y decide encerrarse a guardarle luto para siempre. Producto de una
educación estructurada y tradicional está convencida de que eso es lo que hay
que hacer. Ella vive según las normas impuestas sin ser consciente de que
justamente esa es la causa de su sufrimiento.Además, Serafina es inmigrante y consigue el respeto de sus vecinos con un comportamiento “intachable”. Pero poco a poco descubre la hipocresía de su vida y, sin proponérselo, afloran sus deseos no reconocidos.
Tiene que elegir entre el sexo y la muerte, entre la vida y el ostracismo. Y elige vivir, no puede dejar pasar su vida como si tuviera otra, porque no la tiene.
La obra de Tennessee Williams, reflejo de su propia vida, estaba marcada por la caída de un mundo al que pertenecía, siempre presente en sus atormentados, solitarios, reprimidos e incomprendidos personajes.
Con esa sensibilidad, el autor construye unos seres que son víctimas de sí mismos viviendo en un mundo en el que los sueños no tienen lugar, en un mundo que les impide encontrar la felicidad.
“Un mundo puritano que contrasta deliberadamente con la realización de sus más ocultas pasiones, una situación que se complica cuando las inclinaciones sexuales no se corresponden con las normas establecidas por la moral conservadora por la que deben regirse.
A su vez, el autor muestra cómo esta sociedad hermética, que predica una vida austera, se salta continuamente sus propios cánones, pues no le importa abusar del débil para obtener beneficios aunque de cara a la galería todo quede justificado.”, en palabras de Carmen Portaceli