“La
vida es sueño”. Teatro Pavón. Hasta el 30 de septiembre.
La extraordinaria riqueza formal y la profundidad de “La
vida es sueño”, de Calderón de la Barca, han convertido esta obra en uno de los
textos más hermosos e inquietantes, no ya del Siglo de Oro español, sino de la
dramaturgia universal de todos los tiempos, según Helena Pimenta, la directora
de este montaje, con versión del dramaturgo y director Juan Mayorga.
Innumerables estudios han dado cuenta de su complejidad y
grandeza, tantos que, cuando se trata de servirla al público desde el
escenario, se hace imprescindible un enorme ejercicio de humildad y de
concentración en los infinitos detalles que la conforman, extrayendo lo que en
ella hay de esencial y nos atañe como creadores teatrales de hoy, al igual que
atañe al espectador contemporáneo.
Sorprende la concepción conflictiva de sus personajes, sus intensas vivencias y tensiones, dentro de la perfecta estructura arquitectónica en la que se mueven.
Suspende nuestro pensamiento contemplar la lucha denodada de Segismundo por recuperar la libertad que el relator de su vida, su padre Basilio, le ha escamoteado. Inquieta comprobar cuántas justificaciones enmascaran inmensos errores humanos, cuánta manipulación se puede ejercer en nombre del amor, o del poder, o de la ambición. Asombra observar la dignidad y el ardor con que Rosaura se sobrepone a los pesares que siempre le han acompañado.
Estamos, al fin, ante la capacidad del ser humano de dibujarse a sí mismo, de reconstruirse, a través del pensamiento, de la inteligencia, de la comprensión de lo humano, de la búsqueda de la verdad, ora en la ficción, ora en la realidad.