“Le Songe”. Teatros del Canal. Hasta el 17 de enero.
“Le Songe”, de la conocida compañía de danza Les Ballets de Monte-Carlo, está basado en el clásico “Sueño de una noche de verano”, de William Shakespeare. Esta es una compañía heredera del espíritu de los ballets rusos y cuentan con la presidencia de la Princesa de Hanover, Carolina de Mónaco, y la dirección del coreógrafo francés Jean-Christophe Maillot. En “Le Songe” ha aunado música, danza y teatro, creando un cómico microcosmos de hadas y humanos, en azarosa búsqueda del amor, en el que se distinguen tres universos paralelos: los enredos amorosos de los aristócratas, las divertidas parodias de los comediantes y la magia del mundo de las hadas.
La marca de esta compañía monaguesca radica en el encuentro entre la tradición y la modernidad, llevado a los diferentes aspectos de la creación. Por un lado en las músicas, donde conviven composiciones de Félix Mendelssohn con partituras de compositores contemporáneos como Bertrand Maillot y Daniel Teruggi. También el decorado, el vestuario y las luces, firmadas por sus colaboradores Ernest Pignon-Ernest, Philippe Guillotel y Dominique Drillot, así como en la puesta en escena realizada con la colaboración de Nicolas Lormeau, de La Comédie-Francaise. Y, de forma habitual, para una adecuada interpretación del lenguaje de su coreografía, Jean-Christophe Maillot forma a sus artistas sirviéndose de las técnicas clásica y contemporánea.
Esta fábula clásica, retomada siglos después por Shakespeare es una mezcla de tradición e innovación, de lenguaje clásico y moderno. Itinerante una a parte del año, la compañía cuenta con cincuenta bailarines que llevan interpretando sus obras desde 1993, en los grandes escenarios internacionales.
De una belleza y sensibilidad extremas, “Le Songe” logra aunar la danza clásica y la contemporánea con una enorme exquisitez y delicadeza, a la vez que una enorme maestría, en la que destaca, sobre todos los bailarines, la fabulosa Bernice Coppieters, en el papel de hada.
Realmente, sería un pecado perderse esta maravilla de espectáculo, cuyo nivel, desgraciadamente, pocas veces tenemos ocasión de ver en la capital.