viernes, 21 de octubre de 2011

Crítica de Musical

“El Rey León”. Teatro Lope de Vega. Hasta fin de temporada.

El musical “El Rey León”, en el que la productora Stage Entertainment lleva tres años trabajando, es un espectáculo que, paradójicamente, ha vuelto a las técnicas teatrales del siglo XVII para llenar de belleza y emoción el escenario.
Adaptado por el dramaturgo de éxito Jordi Galcerán (“El método Grönholm”), en él puede apreciarse el esfuerzo y la entrega de todo el elenco (53 actores, 21 músicos, 16 personas dedicadas al vestuario, 6 de maquillaje y peluquería y así hasta un total de 130).
La productora ha invertido diez millones de euros en este proyecto (incluida la necesaria renovación del teatro Lope de Vega) y en el que ha tenido un papel decisivo Julie Taymor, responsable de la dirección, el vestuario (hecho a mano y a medida) y las máscaras.
En realidad, el musical es una alegoría en la que están presentes el animal y el ser humano, según sus responsables.
 El argumento es una gran historia en la que hay emoción y aventura, el optimismo, el sentido de pertenencia a una comunidad, la magia y la superación personal".
Por otro lado, y a nivel artístico, el musical auna las más sofisticadas disciplinas de las artes escénicas africanas, occidentales y asiáticas. Así, junto a la realización de máscaras africanas, tallas y esculturas animadas, también se ha aplicado la técnica Bunraku (los artistas visibles para el público controlan unas figuras de gran tamaño mientras el narrador cuenta la historia) o el teatro de sombras balinés.
La música es otra de las grandes bazas de “El Rey León”. A las canciones compuestas por Elton John y Tim Rice se une el álbum inspirado en la película de animación, “The Rhythm of the Pride Lands”, con canciones del cantautor sudafricano Lebo M, Mark Mancina, Jay Rifkin y Hans Zimmer. Estas letras han sido reescritas para la versión escénica pero mantienen el sonido sudafricano. La influencia española también está presente en este montaje en el que se ha querido que los espectadores se identifiquen con los personajes y mostrar lo que “El Rey León” significa en España.  
 También es de destacar el desarrollo de la técnica de "doble evento", consistente en que las máscaras que llevan los artistas mantienen su parte animal y, por otro lado, dejan ver la interpretación actoral.
En realidad, nunca, hasta ahora, habíamos asistido a un musical con una escenografía y vestuario tan grandiosos. En el fondo, es lo mejor de él, junto a los bailes locales. Porque en lo que a la historia se refiere, es la misma que la de la película, por lo que se queda en un cuento infantil o, como mucho, para toda la familia. Algo que no está nada mal, pero que se queda corto para un público adulto más amplio.
Y respecto a la música, falla la carencia de un tema recurrente, como ha de tener todo musical que se precie, y otros temas complementarios pegadizos y que emocionen. Por eso, y porque no se ha elegido bien al actor que interpreta a Simba adulto (que, sorpresivamente, es blanco, cuando de niño, es interpretado por un actor negro), “El Rey León” no emociona. Y es una pena porque podría llegar a hacerlo. Se queda en una gran muestra de arte y puesta en escena, pero nada más…

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